Olvido, abandono o indiferencia

04/10/16 +Jerez Juan Ignacio López

Un paseo por el centro o la circunvalación basta para comprobar el estado de dejadez o abandono que sufren algunos entornos de importancia para Jerez. Ocurre en una ciudad que debiera preocuparse más por el aspecto que proyecta a sus visitantes. No es ningún secreto el rosario de casas abandonadas que podríamos censar en pleno casco histórico y en algunas de las principales calles del centro. No se trata de un problema exclusivo de este Jerez de nuestras entrañas: ocurre en numerosas ciudades. El abandono por parte de la propiedad es la causa predominante. La falta de ingenio o las burbujas de la crisis hierven en el cocido junto a la incompetencia y un olvido disimulado.

Iniciamos el recorrido en la zona sur, en Cuatro Caminos. Una mole, color ladrillo y chocolate ahogó hace años una de las construcciones históricas de Jerez: la Ermita de Guía. El proyecto original de la promotora era bastante más respetuoso con el entorno, pero finalmente optaron por levantar una promoción de pisos que más se parece a una fortaleza. Resultado: modificación de las vistas de las afueras de Jerez desde la Cuesta de la Alcubilla o Ronda Muleros, por ejemplo. Arrinconamiento de una seña monumental de la ciudad, en su camino a Cádiz y los Puertos.

Nos movemos ahora, subiendo por la Cuesta de la Chaparra, cruzando Santiago y aparcando el coche entre la Unión y el Parque Sandeman, esquivando así pagar ticket del O.R.A. Caminando por la calle Pizarro llegamos hasta la confluencia con Pozo del Olivar. Allí, frente a la flamante Escuela de Idiomas y a nuevas construcciones, un hotel fantasma. Lo que en su día fuera el ‘Palmera Plaza’. Uno no acaba de entender cómo, situado junto a uno de los principales atractivos turísticos, no de la ciudad, si no de Andalucía, España y Europa, puede existir ese contraste. A medida que pasan los días, el deterioro y despiece es mayor, todo ello no exento de riesgo. Luego habrá quien se rasgue las vestiduras, (y aquí hay mucho de eso) cuando un edificio emblemático de Jerez sea adquirido por una firma de sabe Dios dónde.

Retomamos la ruta. Como si recogiéramos a alguien que viene… en tren. Que la estación de Jerez es una ‘monería’ no es ningún secreto. A la de ferrocarril me refiero, porque la de autobuses merece capítulo aparte y no por atractiva precisamente. Al salir de la plaza de la estación nos topamos con otro símbolo del abandono y la incertidumbre. El bello edificio que albergó en su día las oficinas de Bodegas Díez Mérito. Más tarde se convirtió en la Escuela Universitaria de Turismo, Trabajo y Relaciones Laborales pero, una vez terminado el Campus de la Asunción, el “apaga y vámonos” fue dicho y hecho. El aspecto que ofrece hoy es ciertamente tenebroso. Digno de ser escenario para una película con mansión abandonada, tipo Eduardo Manostijeras. Iba a ser un centro de salud. Algo paradójico, pues la insalubridad y el vandalismo son los principales inquilinos. Así lleva años, y cada vez peor. Lamentable.

La brújula nos lleva ahora a la zona norte, entrando desde la A-4 a Jerez por la avenida de Lebrija. Sumido en la parálisis y con inertes calles interiores, uno de los complejos bodegueros más atractivos de la antigua circunvalación: el de Croft. Tras la adquisición de la firma por parte de González Byass y la venta de esos terrenos, el futuro estaba en otra promoción de viviendas. Pero el futuro también se detuvo allí. No hay bodega produciendo, ni vino, ni unifamiliares ni nada. Otro escenario con la soledad como protagonista.

Jerez bien pudiera ser una ciudad congresual bastante rentable. Eso creían los gobernantes municipales: los de antes, los de antes de antes, los de después y los de ahora. ¿Argumentos? Los de siempre. Los típicos y los tópicos: el aeropuerto, la cercanía de la costa, de la sierra, la centralidad geográfica, los atractivos turísticos, una perfecta comunicación, la universalidad del flamenco, del caballo y del vino… Pero queda claro que la gestión de los últimos lustros no se ha traducido en aquel sueño, ni tiene pinta. Prueba de ello es nuestra última parada, entre el hospital y la cooperativa vitivinícola. Un hotel y un palacio de congresos a medio hacer, cuyas obras están paralizadas y abandonadas desde hace años, asemejándose a un monumento al hormigón.


Podríamos completar este tour por otros tantos emplazamientos repartidos por el casco urbano. Unos en evidente estado de abandono. Otros ya expoliados por el pillaje y el vandalismo. No se trata de hacer sangre, si no de evidenciar lo que no resulta atractivo en absoluto a los ojos del visitante. Y, hoy por hoy, el turismo y el sector servicios es lo que nos queda. 

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