Aunque en el periodo de dominio británico a las colonias americanas llegaba el vino de Jerez su comercio y consumo se intensificó cuando los Estados Unidos alcanzaron la independencia en 1776. Su primer presidente, George Washington, lo bebía combinado en su ponche, y a Thomas Jefferson se lo suministraba desde Cádiz su consul Joseph Iznardi.
Sin embargo, poco o nada conocido es el papel que jugó en este fluir de los vinos Jerez a la costa Este de la joven nación la compañía formada por los comerciantes europeos Dominick Lynch (Galway, 1754-New York, 1825) y Thomas Stoughton (1748-1826).
Mudándose de Brujas a Nueva York en 1783 antes que su socio, Stoughton creó nuevas redes pioneras de comercio con España y la América española, llevando en su diario, que aún se conserva, la cuenta de sus gastos y beneficios. En sus transacciones importaban limones, vinos de Madeira, Jerez, Málaga y Tenerife, además de brandy y pasas, desde España y el sur de Europa. Asimismo, azúcar, café, plata y “madera nicaragüense" desde La Habana, Cartagena y América Central. Las exportaciones, a su vez, incluían harina y madera con destino a Dublín, Amsterdam, Cádiz y las islas españolas y francesas del Caribe.
El mismo Stoughton llegaría a ejercer de cónsul español en Nueva York desde 1794 hasta 1812, y sus parientes continuaron manteniendo relaciones de negocios y de familia con España.