Salió el Cristo a Jerez, y regresó de nuevo la primavera

No hacen falta sábados para que lleguen las solemnidades, ni días de fiesta para que la gente se eche a la calle, al parecer el único aval para muchos de los que mandan en esto de la 'cosa' capirotera. Lo que hace falta es verdad y temple, mando y orden. Y todo eso fue lo que tuvimos este lunes en la Catedral, cuando el Cristo de la Expiración paró los pulsos de las piedras talladas en su día por Jácome Báccaro, para presidir el tradicional Vía Crucis de Cuaresma, convocado por la Unión de Hermandades de Jerez.

Un Vía Crucis precioso, medido en tiempo y en formas, que contó con la letra de lujo que para la ocasión llegó de la mano del Beato Diego José de Cádiz -a quien Dios iluminó ciertamente a la hora de escribir sus reflexiones cristíferas- y con la magistral intervención de una Capilla Musical Catedralicia, que nos dejó para el recuerdo un estreno soberbio de 'Las Coplas' del maestro Beigbeder al Cristo de la Expiración, y sobre todo, un 'Stabat Mater' que será muy difícil de superar en próximas convocatorias.

Presidió todo esto el obispo de Jerez, monseñor Mazuelos, quien hizo las veces de anfitrión del cardenal emérito de Barcelona, monseñor Martínez Sistach, y preparó todo con mimo y esmero una Unión de Hermandades, que por fin se preocupó de los detalles más nimios -presencia de los medios en la Catedral, incluida-  conformando un tipo de Vía Crucis que resultó absolutamente serio, hermoso, y en medida.

Eso sí, para que todo saliera como salió, la nota cofrade llegó de la mano de la Hermandad del Cristo, encargada desde las seis de la tarde de llevar a su titular hasta el primer templo de la ciudad, en un traslado que nos regaló la sorpresa de la estampa inusual del crucificado escoltado por hachones -división de opiniones en este sentido- así como la presencia de numerosos hermanos en fila, abriendo camino de luz al Cristo. No faltó tampoco la nota musical del trio de viento 'Sonos Angelli', marcando la pauta de lo que deben ser este tipo de salidas a la calle, ni tampoco las saetas que no faltaron a su cita con la noche -primaveral- del mes de marzo, cuando la cofradía, ya de vuelta, caminaba por la Cruz Vieja.

Un acto, en definitiva, al que sólo le sobró al final del ejercicio piadoso, un asalto al presbiterio de la Catedral protagonizado por un grupo de hermanos disconformes con la gestión actual de la hermandad, hermanos a los que les perdió sin duda este comportamiento que los aleja de toda razón, aunque consigan revivir en el fondo, las eternas preguntas que todo cofrade se hace cuando pasan estas cosas: ¿a quién se dirige quien se haya desamparado, cuando intenta que alguien escuche las legítimas reclamaciones que plantea? ¿Quién arbitra estas situaciones, para que no vayan a mayores los problemas? ¿Quedará todo en nada, o seguiremos viviendo episodios así, sin que nadie ponga remedio a este absurdo?

En fin. Serán otros los que tengan que resolver estas cuestiones..