<p>En las entrañas de la tierra</p>

05/01/15 +Jerez Jesús Sánchez

La propia Catedral jerezana, la Catedral de Sevilla o el Castillo de Doña Blanca se pusieron en pie con piedras extraídas allí. Los trabajos de extracción, realizados primero con mazas y después por medio de explosiones por barrena, dieron lugar a una serie de cuevas artificiales que durante el transcurso de los años sirvieron de hogar a los propios trabajadores de las canteras y como polvorines al Ejército.

Precisamente, el origen de la barriada de San Cristóbal, que tendrá unos 600 vecinos, proviene de las personas que vivían en las cuevas, que en centenares las llegaron a habitar. Los primeros asentamientos en la superficie se remontan a mediados del siglo XX. El cese de los trabajos en las canteras, en la década de los setenta, originó el definitivo despoblamiento de las cuevas.

Hoy en día, esta zona, que durante años fue tierra de nadie y, a la vez, sirvió de disputa entre los ayuntamientos de Jerez y El Puerto, pertenece a este último municipio tras resolución judicial. Pero, sin embargo, fue Jerez quien primero realizó un censo, como se aprecia en una de las imágenes, correspondiente al año 1974.

Los canteros, lo primero que hacían era fabricar su vivienda para trasladar allí a su familia y luego se dedicaban a extraer piedra. Las casas-cueva se construían al revés que cualquier casa: de arriba hacia abajo. La piedra se extraía en bloques y a medida que se profundizaba hacia el fondo, surgían enormes galerías de singular belleza.

Hasta los años 50, cuando fueron construidos unos depósitos, no hubo agua cerca y los habitantes de estas cuevas tenían que desplazarse tres kilómetros para abastecerse. La luz se conseguía por medio de candiles y en las propias paredes de las cuevas pueden verse repisas labradas, donde los moradores de cuevas colocaban sus objetos personales.

En las paredes de las cuevas  todavía se puede leer grabado el nombre o el apodo del cantero, como: ‘Molejo padre. Año de 1865’. Ese era su lugar, donde vivía con su familia en una gran cueva en la que cada cantero tenía su esquina. Se reunían en el centro para guisar y comer y la intimidad se lograba desplegando cortinas.

Durante años, las 36 cuevas localizadas en la Sierra de San Cristóbal han estado muy descuidadas. Convertidas en basureros y escombreras algunas, otras con pintadas ‘grafiteras’ en su interior y las ha habido con cajas de caudales reventadas dentro. Los ladrones las tiraban desde arriba para descerrajarlas por impacto y bajar luego a repartirse el botín.

Fotos: Naturaleza, sitios y gentes, Blog de Ruta, Blogueiros axena y Archivo Jesús Sánchez.

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