La crónica: Sol, Sagrarios, y procesiones

Hay vida el jueves Santo, al margen de las procesiones. Es más, hasta sin procesiones es grande el Jueves de Dios, porque es el día del Santísimo. El de la institución de la Eucaristía. El que da sentido a todo lo que durante todo el año hacemos y creemos en el santo nombre de Cristo, Nuestro Señor.

Tanto es así, que este año quiso el cielo cumplir la vieja tradición, y convertirse en uno de los tres jueves más bonitos del año, amaneciendo radiante, tanto, que ya ni nos acordábamos de cómo era eso de no tener que preocuparnos por las nuebes en un día de Semana Santa. Pero así fue, por lo que la mañana invitó a un paseo que nos llevó a visitar los templos con anuncio de procesión, y cómo no, la capiilla de Jesús Nazareno, epicentro de los duendes cada Semana Santa. Inenarrable lo que allí ocurrió un año más en forma de ronda de saetas. Inerrable, e inconmensurable.. como preparación a la tarde.

Y la tarde, claro, comenzó con campanillas anunciando Gloria en los Sagrarios -qué pena que haya tantos que aún siendo cofrades no conozcan todo esto- y con los sacerdotes arrodillados, lavando los piés de los fieles, antes de que los tambores llegados desde los Salesianos comenzaran a dibujar su boceto de cofradías, dejándonos una colección de detalles extraordinarios, complicadísimos de enumerar del todo en estas breves líneas.

Por eso, valga como ejemplo, y como ejemplo grande, el paso de la Oración en el Huerto por el  barrio de San Pedro. No sabemos si será algo que se repita o no, puesto que ya conocen ustedes la habitual problemática del Jueves Santo, pero en cualquier caso, vaya nuestra más cordial enhorabuena a la cofradía dominica, porque pocos momentos este año han tenido la fuerza, la hechura, y la elegancia de este.

Más: la Lanzada y su estilo particular, con un paso de misterio que pide a gritos una banda de cornetas y tambores, pero que es acompañado por una banda de música susurrrante de marchas fúnebres. Es ésta una cofradía no entendida por muchos, por lo que su contemplación queda para números reducidos de personas. Mejor. Además, desde que Martín le ha dado el aire que el  paso pedía, todo resulta armónico dentro del conjunto, y eso es lo que termina de abrochar la obra. Bien.

La Vera Cruz estrenó túnica unificada este año en su cortejo de nazarenos, y si en función de ello hay que valorar el incremento en número de la cofradía, el resultado no admite discusión. Una fila de luz emanada del trabajo realizado en este sentido en el colegio de los Marianistas, que otorga a la coporación ese sello que perdió durante algunos años, en aras de una hermandad aún excesivamente joven para ser tan de negro, pero que a poco que cuaje, será un referente -otro más- en la Semana Santa. Por cierto, mención aparte para los pasos, y en especial, para el palio. Uno de esos dulces que tenemos en Jerez, especialmente saboreado en el camino de regreso de la cofradía, por San Marcos.

Y como cierre a la noche, ya despuntadora de los inciencos de la 'Madrugá', dos últimos apuntes: uno, la Redención pasando por Tornería, con ese particular estilo que a tantos gusta, enseñando un paso que ya sí se va pareciendo a lo que al final están queriendo los cofrades de Icovesa; y dos, la recogida del Mayor Dolor en San Dionisio, otro de esos reductos del pasado que hay que seguir conservando, por todo lo que de historia conlleva el regreso siempre al Jerez más históricamente señorial, de la cofradía de 'toda la vida'. Extraordinario.

Y es que en definitiva, y a pesar de notarse en general poca gente en la calle el Jueves Santo, la jornada fue absolutamente maravillosa en todos los sentidos. La pena es que detrás venga la Noche de Jesús, y eso no termine nunca de cerrarla. Pero en fin, esa es también una de sus grandezas.