El ‘alfarero’ de las seis cuerdas

02/07/14 +Jerez Juan Ignacio López

Capaz de componer su éxito más comercial en unos minutos, sentado en una cama y junto a su hermano Isidro, Manolo Sanlúcar, atesora un talento irrepetible que le acompaña, no sólo a la hora de tomar la sonanta, si no de interpretar la más difícil de las sinfonías: la vida.

No es casual que escriba sobre determinadas personas, o que ‘se me vea el plumero’ cuando abundo en ciertos temas. Hoy, una de las piezas claves en la banda sonora de mi vida, toma posición , no por antojo, promoción o complacencia. Más bien fruto de la admiración, el respeto y la memoria. Reordenando el peculiar archivo que conservo con celo y mimo, me he topado con un recorte de lo que en su día fuera El Periódico del Guadalete. Un artículo, fechado en el verano de hace 23 años, ilustrado con una fotografía que refleja tan inolvidable encuentro.

Conseguir invitados para un programa de radio, local, a mediodía, en el mes de agosto, no es un huevo que se echa a freír. Pero hay ocasiones en las que el lanzamiento de la moneda te reserva una vuelta más afortunada de la que esperas a tus manos. Y es, ni más ni menos, lo que describo en estas líneas.

No tengo muy claro de dónde conseguí el teléfono de Manolo, ni si confiaba algo en que la llamada obtuviera el resultado deseado. El caso es que lo hice. Y cuando mi compañera Mercedes, a través de la centralita de aquel entonces, me dijo aquel “Juan Ignacio: don Manolo Sanlúcar al teléfono”, pensé en que todo está más cerca de lo que pueda parecernos en una primera impresión.

“Manolo, buenos días. Es un placer saludarte. Me gustaría que vinieras al programa. Lo dedicaré íntegramente a charlar contigo, de tu obra, de tu guitarra...” le dije. “Siento verdadera pasión por una de tus composiciones, en especial… se titula Alfarero”, añadí. Aquella voz pausada me contestó, y lo hizo de manera afirmativa. Automáticamente, nada mas colgar el teléfono, miré a Mercedes y le dije, sonriendo, “¡lo tengo! Manolo Sanlúcar viene al programa”.

Esa misma tarde inicié los preparativos del programa ‘Aquí Radio Jerez’, cuyo contenido sería casi monográfico, dedicándolo a hablar con y sobre el genial músico. El día de la entrevista, Manolo apareció por la emisora, enfundado en una camisa blanca, saludándome tímidamente. Al estrecharle la mano pensé “¡Qué tío más llano!”. Antes de pasar al estudio, para entrar en directo, cual acelerada sinopsis, traté de resumirle desde cuando escuchaba sus discos. Para la ocasión, y para afianzar mis recursos, cité al programa a otros contertulios documentados al efecto. Miembros de la antigua junta directiva de la Peña Los Cernícalos, me arroparon ante el admirado Manolo. Antonio Benítez ‘Antoñín’, Desiderio Sena, Joaquín Rodríguez, creo que hasta Pedro Carabante ‘Peri’, y mi añorado padre, Blas López, completaban la estampa en el interior del estudio de Onda Media. La cita no era casual. Por entonces, a la peña flamenca decana y al artista les unían estrechos vínculos por el reconocido Certamen Nacional de Guitarra Flamenca, organizado en el antiguo Teatro Villamarta por Los Cernícalos, y de cuyo jurado formó parte durante años.

Manolo Sanlúcar habló, contestó, expuso sus impresiones sobre cuestiones que giraban en torno a su carrera y obra. Manuel Muñoz Alcón, sin envoltorio alguno, se mostró como mi mente no podía imaginar, cercano, sencillo y, lo más importante, humano. Mi satisfacción subió enteros cuando le pusimos un montaje, realizado en cinta abierta, en un Revox, en el que se mezclaban palabras y algunos de sus grandes éxitos, entre ellos, el disco Tauromagia (1988), Caballo Negro, Candela o Alfarero. Y era este último tema, con el que abría y cerraba dicho montaje, algo que me valió para describirle como “el alfarero de las seis cuerdas”. Su sonrisa leve, prudente, y su cabeza asintiendo, bastaron para colmar mis expectativas. El artista se sentía a gusto.

Terminó el programa y, a iniciativa de Los Cernícalos, pusimos rumbo al Rincón de Paco, junto al Cine Delicias, ‘a tomarnos algo’. Durante más de dos horas, una tertulia de lujo, sobre el flamenco, la guitarra, la pureza y la persona. Manolo nos reveló la experiencia vivida cuando Caballo Negro le disparó a la popularidad. La compuso sentado en una cama frente a su hermano Isidro, sentado en otra. El éxito, que irrumpe y sale de nuestras vidas tirando la puerta y sin avisar, alteró el entorno más íntimo del músico. Su propia familia, relataba Manolo, llegó a decirle que tanto éxito le había cambiado, cuando “yo seguía siendo el mismo y quienes habían cambiado eran ellos”.

He vuelto a encender el equipo de música, desenfundado el LP ‘Sentimiento’ y pinchado ‘Alfarero’, para deleitarme mientras sostengo el recorte de El Guadalete en mis manos, la fotografía de Emilio Morenatti, que inmortalizó el momento, antes de iniciar su prestigioso y arriesgado periplo alrededor del mundo.

Autor: Juan Ignacio López
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