"Te recordamos, Pepito Antonio" por Juan Ignacio López

20/05/14 Cofrademanía Juan Ignacio López / Andrés Cañadas / Foto: Pedro Serrano

Recuerdos de un personaje de altura

"Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino…”, decían los Cantares del genial Antonio Machado. Creo que es un buen comienzo para recordar en estos días a la figura de un querido compañero, que partió hace ya cuatro años, hacia ‘la otra orilla’.

Ni soy cofrade, ni me identifico con ellos, a pesar de que empecé en la radio una Semana Santa, y era ésta una fecha temible en mi agenda laboral: ‘pringao hasta las cejas’ y sin gustarte en exceso, sinceramente, no es plato de gusto. Pero, si no fuera por el toque de serenidad, conocimiento y elegancia, todo ello combinado con altas dosis de humor, prescrito por un tipo único, la casi treintena de de semanas santas durante las que trabajé ante los micrófonos, me hubieran resultado insoportables.

Mi primera intervención ‘en el aire’ fue un Lunes Santo, el de 1985. Mientras ponía el mayor de los empeños en presentar dignamente la edición correspondiente de ‘Los 40 Principales de la SER’, observaba el ir y venir de personajes por la emisora, a través del cristal. De entre los no conocidos, un individuo alto ‘como una catedral’, con gafas y encorbatado, con cuello de camisa impecable. Fue de los primeros en dirigirse a mí, siendo sólo un pipiolo radiofónico. Sonrisa, amabilidad y algo de conversación forjaron el primer contacto con un tipo a quien, pese a la estatura, llamaban Pepito Antonio.

No voy a glosar anécdotas propias de capillitas (lo siento, me sale, sin acritud ni mala leche). Pero sí puedo recordar algunos momentos y rasgos que pudieran definir al personaje, a la persona y al ser humano que nos dejó hace más de lo que parece.

Le recuerdo, ofreciéndome de manera amable y cercana, un cigarrillo a las puertas del ‘estudio de FM’: “Puedes elegir: negro o rubio, porque fumo de los dos, según me apetece”, me decía. Me saludaba cada mañana, cuando llegaba a preparar el programa (sólo un programa a mediodía, y no las maratones improductivas que haríamos años más tarde).

Poco después, en la Feria, Pepe Antonio nos llevó a la caseta de La Candelaria, de donde salí con mi primera ‘cogorza’ en el ambiente radiofónico. Pasaron los años y fui consolidando mi actividad ante los micros.

En 1991 fui, por vez primera, a El Rocío. Ya formaba parte de la plantilla oficial de Radio Jerez y aquel camino supuso para mí una experiencia inolvidable. Todo estaba preparado, milimetrado. Un Land Rover largo, como el recordado Pepe Antonio, cargado de ilusión y ganas de formar parte del equipo que llevaría las jornadas del camino hasta los oyentes. Entonces no habían teléfonos móviles, si acaso un ‘mamotreto’ tipo ladrillo, de algunos privilegiados. Me lo pasé cañón. Pepe Antonio lo había dispuesto todo: aparte de organizar el trabajo, la compra, los patés, el tapeo y las presentaciones ante los rocieros veteranos.

Fueron muchos años los que tuve la suerte de formar parte de ‘la caravana rociera de Radio Jerez’, donde estrechar lazos con compañeros y compartir inolvidables momentos de convivencia.

En mis historias de la radio aparece continuamente el tipo alto, el abogado, el tío simpático y siempre con carácter abierto y juvenil. En los últimos años recuerdo una Semana Santa, en la que me asignaban de manera repetitiva un turno de trabajo que comenzaba a las cuatro de la tarde. Todavía con los garbanzos a medio tragar, recuerdo un día en el que dije “como entraría a esta hora una torrijita…”. El singular Pepito Antonio se perdió durante unos minutos para reaparecer con una bandeja de los suculentos y tradicionales dulces de Semana Santa. Estas cosas no se olvidan. Ni tampoco los ratos de charla en la oscuridad del Coto de Doñana, ni los momentos de cachondeo entre compañeros. Ni aquel Rocío, días después de la muerte de mi padre, en el que lloré amargamente junto a la carreta de Simpecado… y su mano en el hombro: “venga Juanito, ya está, que esto es así, aquí explota todo lo que guardamos…”.

El día en que recibimos la triste noticia de la muerte de Pepe Antonio González de la Peña, me asignaron la responsabilidad de escribir la correspondiente necrológica. Confieso que me costó, y mucho, como cada vez que se marcha uno de los personajes de la fotografía de tu vida.

Hoy le recuerdo, como si le hubiera visto ayer mismo, o en la Feria que hemos dejado atrás. Me basta con eso.

Hoy nadie me encarga escribir esto. Me sale del corazón y lo digo. Y es justo y suficiente un “Te recordamos, Pepito Antonio”.

NOTA

Este martes, a partir de las ocho de la tarde, y en la iglesia conventual de Santo Domingo, tendrá lugar una Eucaristía, en memoria por el rociero, cofrade y periodista jerezano, Pepe Antonio González de la Peña García, quien en esta jornada de martes 20 de mayo, cumple cuatro años de su partida a las ‘Marismas Azules’.

Aún sigue siendo eterno, el recuerdo de sus interminables paseos por la Alameda de Cristina, así como su afable conversación, sobre tantos y tantos temas distintos..

Miembro de la Hermandad de la Oración en el Huerto, tanto sus hermanos como su familia, ruegan a todos los que le conocieron, no falten a esta cita dedicada a su presencia entre nosotros, siempre eterna.

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